No queremos romper España: se descompone ella sola
(texto íntegro)
“…entre una España que
muere y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón”.
Antonio Machado
Te juro, amigo, que he
pensado y valorado muy mucho la oportunidad de incluir la segunda frase en el
titular de esta nueva carta. Mucho. Sin
embargo, puesto que la acusación de querer romper España que se nos hace a los
catalanes independentistas es tan descabellada como injusta, he creído
conveniente combatirla ya desde buen comienzo con esa otra que tú seguramente
rechazarás, pero que yo veo más ajustada a la realidad que la primera. Veamos.
Por más que para hablar
con propiedad sobre eso de romper España sería fundamental que primero
estableciéramos (vaya pretensión, ¿no?) si España es una única nación, sujeta,
por tanto, al riesgo de ser rota, separada y troceada, como se mantiene por
legión de políticos y tertulianos, o si
por el contrario es un estado plurinacional compuesto de distintas naciones
como ya apuntó Cadalso y han mantenido tantos y tantos otros intelectuales que
en la meseta han sido. Pero no es éste el tema de esta carta. Ya habrá tiempo
para debatirlo más sosegadamente pues, ciertamente, es fundamental.
Hoy, en esta misiva, lo
que me interesa es bajar a la arena del debate callejero, frecuentemente
incluso barriobajero, alimentado disciplinadamente por todos los medios de
comunicación y utilizado por todos los partidos “constitucionalistas” como arma
arrojadiza entre sí. Porque la acusación parte de una axiomática premisa que, tal parece,
no requiere ni siquiera de mínima prueba: los independentistas pretenden romper
España.
Por la gravedad de la
imputación que tan frívola como demagógicamente se nos hace debería, parece que
debería, sostenerse en algo más que en su burda utilización repetitiva como
sagrado mantra por más que quienes la verbalicen una y otra vez sean los
máximos representantes de la política estatal o los titulares paraperiodísticos
de los principales (¿) medios de comunicación a los que, por supuesto, he de
dedicar una de estas cartas.
Porque, ¿me puedes
indicar, amigo, si eso de que queremos romper España nos lo has oído alguna vez
a alguno de nosotros? ¿Lo has leído en alguno de nuestros escritos, libros o
colaboraciones periodísticas? No, ¿verdad? Lo que sí nos has podido oír y
leer, porqué lo hemos afirmado por
activa y por pasiva, es que queremos poder decidir libremente nuestro futuro y
que si el resultado de esa decisión refrendaria fuese la independencia, pues
entonces efectivamente querremos abrir el conveniente proceso de negociación
bilateral para llevarla cabo negociada y pacíficamente.
Pero, veamos, ¿Por qué va
a romperse España porque Catalunya se independice? ¿Acaso se rompió España
cuando Felipe IV firmó el trato de Lisboa de 1668 por el cual España reconocía
la soberanía de Portugal? ¿Por ventura se había roto España cuando el mismo Felipe IV ya la había
mutilado sajando de Catalunya para cederlos a Francia los condados de Rosselló
y de la Cerdanya al firmar el vergonzante Tratado de los Pirineos? Por si hace
falta recordarlo, Felipe IV era vallisoletano, no era catalán ni portugués. ¿Es
que se rompió España cuando Felipe V, el primer Borbón, fruto diferido del
mencionado Tratado de los Pirineos, “regaló” a Inglaterra Gibraltar y Menorca
(aunque ésta volvió a España un siglo después) llevando a los ingleses a
declinar a cambio su apoyo a los catalanes de manera harto insatisfactoria también
para ellos lo que llevó a Lord Carandon a afirmar en 1967 ante la ONU que “Gibraltar es el precio de una traición… e
Inglaterra devolverá Gibraltar a España el día que España devuelva a Catalunya
las libertades que le ha quitado” (sic). Y que yo sepa tampoco se rompió
España cuando el mismo Felipe V perdió Nápoles, Sicilia, el Milanesado y
Flandes. Ni cuando España se quedó sin la Dominica en tiempos de Carlos III, o
cuando durante el reinado de Carlos IV algunos territorios del sur de Estados
Unidos así como Trinidad y Tobago dejaron de pertenecer a España. Recordarás
también que España no se debió romper (digo yo, o ¿sí?) cuando en tiempos de
Fernando VII, El Deseado (o el rey felón, según otros), se independizaron
Paraguay, Colombia, Ecuador, Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua,
Honduras, Panamá y Uruguay. Joder, vaya
racha que protagonizó don Fernando y nadie le acusó de romper España. Después
Isabel II se dejó escapar México, Chile, Venezuela, Bolivia, Argentina y la
República Dominicana. Los Alfonsos perdieron Perú (el XII) y Cuba, Puerto Rico,
Filipinas y Nueva Guinea (el XIII). ¿Y Franco? El de Una, Grande y Libre no
solo consintió la independencia de la Guinea Ecuatorial sino que, para más inri
y oprobio de su defensa de la unidad territorial de España, vendió territorio
español a Estados Unidos para que instalaran bases militares. ¿Se rompió España
cuando el rey Emérito Juan Carlos I renunció a la soberanía del Sahara
Occidental en contra de las recomendaciones de la comunidad internacional? ¿Le
acusó alguien de ello? En fin, esperemos
que cunda el ejemplo, se imponga la razón y tampoco nadie acuse a Felipe VI de
romper España cuando Catalunya logre su independencia.
¿Si Catalunya no se rompió
cuando Felipe IV le arrancó para donarlos a Francia 4.587 km2 y si España no se
rompió cuando fueron independizándose de ella territorios que cubican
13.500.000 km2, (1) como se va a romper
porque se separe Catalunya que solamente cubica unos escasos 30.000 km2?
¡Ah!, pero si con todos
los desgarros que acabo de enumerar, España sí se rompió, pues entonces ya está
inmemorablemente rota y completamente descompuesta y no seremos, entonces,
nosotros los culpables de ello por unos kilometritos de más.
El problema de todo esto,
del romper España, o de no hacerlo, en base al cómputo territorial de sus
desgarros, radica en la insistencia machacona de la derecha, PP, Cs y ahora
también del PSOE, en considerar España como una cosa que se puede romper, como
un objeto, como si España fuese sólo, exclusiva y esencialmente un pedazo de
terreno.
¡Cuánta falta hace leer a
Machado! (en realidad, amigo ¡cuánta falta hace leer!)
Si en lugar de esa pobre y
mezquina concepción de España como un objeto, como un pedazo de terreno, la
concibieran como un ser vivo que se va modificando a sí mismo, compuesto por
millones de seres vivos que nacen y mueren, vienen y van, abortan o se
reproducen, y son arboles o animales, o montañas y ríos y playas, pero sobre
todo son personas, (2) personas que viven unas pocas en la opulencia y otras
muchas en la miseria, gentes que dilapidan recursos comunes mientras otras
malviven sin recurso alguno, individuos egoístas que regatean el pago de sus
impuestos mientras otros son marginados y olvidados por el administrador del
bien común…
Si en lugar de cosificar
el concepto de España, los que dicen querer protegerla a toda costa, lo
humanizaran poniendo a las personas por encima de cualquier otra miserable
ambición; si dejaran de instrumentalizar España para sus interés partidistas,
de usarla como arma arrojadiza contra el adversario, de utilizarla como reclamo
electoral, entonces romper España, que se está rompiendo por cierto y a pasos
agigantados, sería otra cosa.
Acusando a alguien de “romper
España” se está creando un sentimiento de pertenencia al grupo “nosotros = los
españoles” mediante la confrontación con otro que, sin embargo, también habita
dentro de los límites del estado. Eso que suele hacerse con grupos externos a
los que se quiere expulsar (los judíos, los moriscos, algunos inmigrantes…) se
quiere hacer ahora por el nacionalismo español con un sujeto interno al que,
paradójicamente, no se le quiere expulsar sino forzarle a quedarse y a ser
“buenos españoles”. Que los “españoles” se unan contra los “catalanes” para
obligarles a ser españoles no solo es una paradoja y un sinsentido, y se rompe
España cuando en la idea de patriotismo se inyectan valores ideológicos y se
denomina “traidor a la patria” a quienes no los compartan, porque para ser buen
español no debería ser necesario compartir las ideas de la derecha sobre el
conflicto catalán y su forma de solucionarlo, ni sobre su interpretación de la
Constitución, ni sobre sus orientaciones económicas, ni sobre su idea del
feminismo, ni sobre su gustos por los toros o por la caza…(3). Se rompe así
España porque apropiándose del patriotismo desde una particular visión de la
comunidad se expulsa de ella a una parte importante de la población que no
comparte esa visión de comunidad desde esa óptica tan supremacista.
Cosa semejante sucede
también cuando se rompe España al reducir el estado de bienestar lo que aumenta
la desigualdad entre los españoles porque los afectados por esa crisis, los que
han experimentado graves menoscabos salariales o incluso han perdido la posibilidad de obtener ingresos, los que
aun trabajando obtienen tan magro salario que no salen de la pobreza, los
marginados de uno u otro tipo, todas esas personas, en todos esos colectivos se
pierde identidad nacional y se debilita el sentimiento de pertenencia a esa
España que les deja al margen, abandonados. Esto sí rompe España. Como se rompe
España cuando los poderes económicos, bajo la atenta supervisión de eso que se
llama “el mercado”, quiebran la unidad de la clase trabajadora y arruinan la
defensa colectiva de los trabajadores que son precisamente los que soportan la
crisis y sobre los que caen inmisericordes todos los recortes. Eso sí rompe
España.
De igual suerte se rompe
España cuando se permite un debilitamiento tal del Estado que su Deuda Pública
es casi igual al PIB lo que significa que deberíamos estar todo un año sin cobrar,
sin repartir dividendos, ni subvenciones, ni ayudas, ni…. Se rompe España
cuando el estado, es decir, los ciudadanos, ha de pagar unos intereses por la
deuda que ascienden a 89 millones de euros diarios. Eso sí rompe España pues,
aun manteniendo su sacrosanta integridad territorial, la coloca en una
situación de dependencia tal de los inversores que cualquier disparo en el
precio del crudo o una modificación del
precio del dinero la sitúa en estado de quiebra financiera. (4)
Se rompe España cuando se
reforma la Constitución sin referéndum, por la vía exprés, vergonzantemente,
sin permitir que el pueblo, titular de la soberanía según la misma CE, pueda
decir si está de acuerdo o no… no vaya a ser que… Y así se rompió, pues, España
cuando en el año 2011 PP y PSOE
modificaron el art. 135 de la CE para establecer eso tan elegante de la
“estabilidad presupuestaria”, eufemismo que esconde una realidad muy cruel: que
el pago de la deuda pública será siempre lo primero a pagar frente a cualquier
otro gasto del estado, sin enmienda ni
modificación posible en los presupuestos. Eso sí que rompe el estado pues
significa, por si no lo tienes claro, amigo, que supongo que sí, que se pagará
antes la deuda que las pensiones, antes la deuda que los salarios de los
médicos, antes la deuda que los salarios de los profesores, antes la deuda que
las prestaciones por desempleo y las subvenciones a los que nada ingresan.
Antes la deuda que las medicinas de tus hijos, de tus padres y de tus abuelos.
Antes la deuda que tu operación de próstata, antes la deuda que…. Y sí, sí.
Estamos hablando de esa deuda que casi supera ya el PIB. ¿Y aún crees que España
la vamos a romper unos cuantos independentistas irredentos?
En fin, rompe España la
corrupción. Rompe España la ruina del Estado de Derecho al haberse desvirtuado
la separación de poderes. Rompe España la existencia de unos medios de
comunicación que han abdicado del periodismo, que han dejado de informar a la
gente para convertirse en sicarios de sus dueños. Rompe España esa desconfianza
en la justicia que, merecidamente, se ha instalado en la población. Rompe
España el rescate de la Banca y de las autopistas y de…. Rompe España la
amnistía fiscal. Rompe España la impunidad de los poderosos. Rompe España la
inviolabilidad de un jefe de estado que nadie ha elegido y que se permite dar
lecciones de democracia. Rompen España los magistrados del TS cuando, por
presiones de la banca, modifican en unas pocas horas su jurisprudencia sobre
los gastos hipotecarios. Rompe España el azote de la especulación inmobiliaria
y la epidemia de los desahucios pues destroza la comunidad y quiebra la
convivencia que el estado permita a usureros y banqueros que se cisquen sobre
el art. 47 de la Constitución. Rompe España el desgarrador índice de suicidios.
Rompen España las desigualdades. Rompe España el machismo instalado en los
corazones de la gente y en la misma judicatura. Rompe España la tele basura.
Rompe España la delincuencia fiscal y su benévolo trato judicial. Rompe España
la cicatería de las pensiones y la destroza el robo descarado que se ha
perpetrado de su “hucha” tan arduamente ahorrada. Rompe España la pobreza
severa cuya tasa es del 6,9% de la población. Y la destroza la brutal tasa de
pobreza infantil que Unicef sitúa en torno al 40% y en el 29,7% de los menores
de 18 años según la FAO. Rompería España que un solo español pasase hambre y,
sin embargo, 600.000 ciudadanos españoles, según la FAO, están en situación de “inseguridad
alimentaria grave” ridículo eufemismo de “hambre”. (5)
Rompe España, y concluyo,
que, a pesar de todo esto y de muchos más problemas graves que la acucian, os
estén hablando solamente del problema catalán que, en realidad, es un problema
español. Rompe España que os dejéis manipular por los partidos que os avivan
las bajas pasiones catalanofóbicas excitándoos (y amagando así sus vergüenzas y
sus corrupciones) con el adulterado mensaje de que se va a romper España porque
se separe de su territorio de más de 500.000 km2 un pedacito de poco más de
30.000. Porque, como digo en el título de esta carta, nosotros no queremos
romper España, pero España se está descomponiendo ella sola.
Salud, compañeros.